Me siento afortunada por haber contado siempre con mi Madrina Esthela, si bien no tuve oportunidad de convivir mucho tiempo con ella en mi infancia, su figura siempre estuvo presente. La conocí cuando viajó a México para ser mi madrina de primera comunión, sus visitas siempre fueron motivo de unión y algarabía en la familia.
Cuando mi hermana y yo nos graduamos de la universidad mi Madrina y mi Padrino nos acompañaron, después tuve la oportunidad de tener una agradable estancia con mi Madrina y su esposo Jorge en su casa de Downey, donde creció mi admiración por ella, pues pude observar que mi Madrina tenía unas manos tan talentosas que simplemente no podía dejar de usarlas, si no estaba cosiendo entonces tejía, bordaba, pintaba, trabajaba en sus muñecas o cultivaba hermosas rosas.
El cariño que nos dio trascendió a la distancia y seguirá trascendiendo en el tiempo, siempre estará en mi corazón.